Desde la pizarra.
"Ávidas mentes del mañana".
Russel Crowe. "Una mente maravillosa"
Pasea el borrador por la pizarra lanzando así al olvido los conocimientos que en ella plasmó durante la explicación. El polvo se precipita sobre el recogedor que lo recibe con sumisión acomodándolo con el resto acumulado de clases anteriores. De arriba hacia abajo, de izquierda a derecha, despacio, afianzando el borrador y apretándolo con fuerza sobre la verde piedra asegurándo así la limpieza. Su moviento es lento y le gusta que así sea, le relaja; como si de un mantra se tratara deleita a sus oídos con ese ritmo.
Russel Crowe. "Una mente maravillosa"
Pasea el borrador por la pizarra lanzando así al olvido los conocimientos que en ella plasmó durante la explicación. El polvo se precipita sobre el recogedor que lo recibe con sumisión acomodándolo con el resto acumulado de clases anteriores. De arriba hacia abajo, de izquierda a derecha, despacio, afianzando el borrador y apretándolo con fuerza sobre la verde piedra asegurándo así la limpieza. Su moviento es lento y le gusta que así sea, le relaja; como si de un mantra se tratara deleita a sus oídos con ese ritmo.
Las ecuaciones desaparecen y las incógnitas que solucionaban dejan lugar para nuevos problemas, nuevas oraciones a analizar, nuevas formas geométricas que descubrir.
Mientras lleva media ecuación borrada detiene su brazo y la observa, mutilada y rota como un cuadro rajado por un cuchillo; como una estatua a la que han violado con sprays de pintura. Aun así no puede evitar descubrir belleza en ella -"¿Tan difícil es que lo entiendan?" se pregunta mientras retoma su proceso de borrado.
Cuando llega a la mitad del encerado afianza el borrador y aprieta más fuerte para limpiar la sangre que apenas se revela sobre el verde de la pizarra, mas ésta comienza a mezclarse con el polvo blanco convirtiéndose la mezcla en una pasta roja y viva. Una mueca de molestia viaja a su rostro. Sus pies dibujan un puente sobre el cuerpo que yace en el suelo, ignorándolo, para continuar borrando el tablero. Una vez limpia de tiza y sin darse la vuelta el profesor musita desde la palestra; -"¿Alguna pregunta más?". De entre los alumnos un silencio obsceno cubre el aula. Ni una tos, ni un llanto, ni una risa. No se ha girado todavía y ya puede imaginar cómo alguien levanta la mano. No le importa volver a escribir en la pizarra, no le importa verter sobre la verde piedra sus conocimientos, lo que no quiere es borrarla ¿Tan difícil es que lo entiendan?
Comentarios
Un besazo Javi!
Saludillos
Aunque en los tiempos que corremos lo más propio es que fuera un alumno el que asesinara a su profesor por no explicar bien las cosas. Y las pizarras ya no son de tizas, que daban alergia....
Chelo; amén.
Puck; como eres una lectora incisiva me hiciste darme cuenta de que el final no era tan "tramposo" como yo quería. Así que lo he cambiado a ver si ahora el lector es más partícipe de la locura del profesor.
Ego; y yo.
Patri-cia; las historias siniestras son las que más te gustan, no se si preocuparme o alegrarme por ello, en cualquier caso espero que controles tus instintos cuando enseñes lecciones a infantes e infantas.