Bella.
Capítulo uno
Las amigas de Bella.
Le gustaba cerrar el pequeño estuche de maquillaje con el pulgar y hundir con firmeza el cierre metálico que mantiene el contenido a salvo del exterior. Le agrada ese gesto, le hace sentir con poder y misteriosa, como si el estuche custodiara en su interior un gran secreto al resto del mundo. Mira su reflejo en el espejo y comienza a hacer muecas, abre los ojos al máximo, los guiña, observa cómo las cremas de su cara, su colorete, la sombra de ojos y todo el maquillaje quedaba tal y como ella deseaba a cada gesto. Dió las últimas caladas al cigarrillo y lo arrojó por el retrete mientras pensaba que el olor a marihuana es el mejor complemento para un atuendo como el que llevaba.
Botines negros de charol abiertos en el empiene, calzas negras y blancas rotas hasta el muslo que se esconden para incitar a descubrirse bajo una falda de gasa vaposora negra y con encaje. Una camisa blanca como la némesis de su falda se muestra truinfante hasta ceñirse bajo su cuello unas chorreras azul pálido. Una corbata, tan innecesaria como hermosa, pendía abierta de su cuello. Siempre se despedia de su espejo lanzándose un beso que salía de sus labios pintados de negro.
El espejo mostraba un rostro blanco, unas ojeras grises y unos ojos negros. Se vió hermosa, como la princesa de un cuento gótico, como un hada siniestra y bella.
Estaba sola en casa y así se ahorró los comentarios entre jocosos y de precaución de sus padres. Sabía que, pese a que se burlaran de ella por su gusto por la estética gótica, siempre la defendieron, al fin y al cabo su hija única es la más bonita del mundo. ¿Que padre no piensa eso de su hijo? Cuando cogió las llaves sobre el platito del recibidor y se disponía a marcharse vió que estas estaban en un sobre que ponía "Para la más bella". Era la letra de su padre y en el sobre una pulsera con un nombre grabado en ella "Bella". Así la llamaba su padre aunque no fuera su verdadero nombre.
Esperó hasta llegar a la calle para ponerse la pulsera, el cierre no iba tan bien como esperaba. Tenía que llamar a un taxi, ir al bar, no olvidarse de saludar a los amigos que allí estarían y cerrar esta dichosa pulsera. Tenía mil cosas en la cabeza, todas a la vez y todas importantes, no había lugar para más preocupaciones salvo una, y es la de esa chica que venía de frente, con paso tranquilo. Vestía de manera convencional, como una más entre todas las que son iguales, y aun así le pareció la chica más guapa del mundo. Se sonrojó. La desconocida le devolvió la mirada un tanto extrañada para luego esquivar sus ojos girando la cabeza hacia otro lado y aprovechando ese instante para sonreir por la complicidad. Un taxi se acercaba por la carretera y como si las hubiese llamado a las dos a la vez ambas se giraron y lo reclamaron; -"¡Taxi!", dijeron al unísono mientras por el ímpetu chocaron sus cuerpos.
El taxista se detuvo, ambas se quedaron mirándose. La desconocida tuvo un instante maternal e hizo un gesto con la mano invitándola a tomar el vehículo. El rostro gótico esbozó una sonrisa lo más burlona que le fue posible y le respondió con un -"Muchas gracias, caballero, espero poder devolverte el favor algún día" y corrió a montar en su particular carruaje.
Lo último que pudo oir fue decirle al taxista antes de entrar en el coche -"A la discoteca Ceramid, rápido"
Una pulsera metálica yacía en la acera.
Todavía no había llegado a la barra de la discoteca cuando ya había saludado a tantas personas que ni lo recordaba. Es lo que tienen los cumpleaños, que la obligan a dejarse felicitar por todo el mundo y a ella le encantaba eso. Desde los porteros de la puerta, a los que conocía desde hacía años, hasta al último camarero que había entrado a trabajar esta discoteca gótica. No era ser el centro de antención, si no poder mostrar cariño a los demás. Eso es algo que aprendió de sus amigas, entre todas siempre se mostraron apoyo y ante una amenaza externa siempre respondían como si fueran una sola. Eran las mejores, todas, bueno, todas menos una. No es que Blanca fuera su peor amiga, pero era, desde luego la más siniestra, en todos los sentidos, de ellas. Una pequeña multitud de jóvenes maquilladas la esperaban en una de las barras y ya desde lejos unas cuantas manos se alzaron para reclamar su atención.
-"¡Eh! Estamos aquí Bella" gritaron a la vez. En ocasiones maldice con complicidad a su padre por haber impuesto su apodo cariñoso al círculo de sus amigas, le hacían sentir verguenza cuando la llamaban así en público. Cuando se encontraron todas una lluvia de abrazos y besos se materializaron en durante unos segundos. Mientras le iban dando sus amigas besos y abrazos pudo ver cómo cada una de ellas había sido una parte importante de su vida, habían sido gente que la había marcado y ayudado. Celia le dio dos besos mientras apoyaba su mano derecha en su hombro. Era prudente, comedida, sensata y muy inteligente. De ella había aprendido a ser reflexiva, astuta, cerebral. Unas manos más fuertes la arrebataron de los comedidos cariños de Celia y la abrazaron por el cuello, la zarandearon unos segundos y la soltó de inmediato, era Pilar, con veinte años y vive sola trabajando en lo que más le gusta; bailar y cada paso que aprendia lo compartía con sus amigas y con ella en particular, tan patosa para la danza y que aprendió gracias a ella. Arancha dió su en custodia su copa a Blanca y abrazó a la homeajeada, se le acecó al oído y le dijo algo que no pudo oir. -"Seguro que es una tontería, una broma" y es que esta era la amiga más graciosa del grupo. Siempre con un chiste, una gracia y siempre divertida, irónica y alegre. De pequeñas le contaba chistes e inventaba desternillantes historias. Ella copio el ritmo en su voz para contarlas, la ayudó a ser divertida.
Estas eran sus amigas, parte de ellas viven en Bella. Le regalaron sus dones y ella los aceptó. Todas estarán siempre juntas, sin fisuras.
Blanca se encontraba fría y esperó a ser la última en acercarse a ella. Vió cómo se acercaba y sus amigas se apartaron. -"Felicidades" le dijo sin acercar su cuerpo a ella más allá de lo estrictamente necesario. -"Gracias" respondió Bella sin aceptar el desafío de mermar esa distancia. Blanca dudó unos instantes, aferró a su amiga por la mano, se acercó a ella y le susurró al oído, -"Tenemos que hablar".
(Continuará)
Las amigas de Bella.
Le gustaba cerrar el pequeño estuche de maquillaje con el pulgar y hundir con firmeza el cierre metálico que mantiene el contenido a salvo del exterior. Le agrada ese gesto, le hace sentir con poder y misteriosa, como si el estuche custodiara en su interior un gran secreto al resto del mundo. Mira su reflejo en el espejo y comienza a hacer muecas, abre los ojos al máximo, los guiña, observa cómo las cremas de su cara, su colorete, la sombra de ojos y todo el maquillaje quedaba tal y como ella deseaba a cada gesto. Dió las últimas caladas al cigarrillo y lo arrojó por el retrete mientras pensaba que el olor a marihuana es el mejor complemento para un atuendo como el que llevaba.
Botines negros de charol abiertos en el empiene, calzas negras y blancas rotas hasta el muslo que se esconden para incitar a descubrirse bajo una falda de gasa vaposora negra y con encaje. Una camisa blanca como la némesis de su falda se muestra truinfante hasta ceñirse bajo su cuello unas chorreras azul pálido. Una corbata, tan innecesaria como hermosa, pendía abierta de su cuello. Siempre se despedia de su espejo lanzándose un beso que salía de sus labios pintados de negro.
El espejo mostraba un rostro blanco, unas ojeras grises y unos ojos negros. Se vió hermosa, como la princesa de un cuento gótico, como un hada siniestra y bella.
Estaba sola en casa y así se ahorró los comentarios entre jocosos y de precaución de sus padres. Sabía que, pese a que se burlaran de ella por su gusto por la estética gótica, siempre la defendieron, al fin y al cabo su hija única es la más bonita del mundo. ¿Que padre no piensa eso de su hijo? Cuando cogió las llaves sobre el platito del recibidor y se disponía a marcharse vió que estas estaban en un sobre que ponía "Para la más bella". Era la letra de su padre y en el sobre una pulsera con un nombre grabado en ella "Bella". Así la llamaba su padre aunque no fuera su verdadero nombre.
Esperó hasta llegar a la calle para ponerse la pulsera, el cierre no iba tan bien como esperaba. Tenía que llamar a un taxi, ir al bar, no olvidarse de saludar a los amigos que allí estarían y cerrar esta dichosa pulsera. Tenía mil cosas en la cabeza, todas a la vez y todas importantes, no había lugar para más preocupaciones salvo una, y es la de esa chica que venía de frente, con paso tranquilo. Vestía de manera convencional, como una más entre todas las que son iguales, y aun así le pareció la chica más guapa del mundo. Se sonrojó. La desconocida le devolvió la mirada un tanto extrañada para luego esquivar sus ojos girando la cabeza hacia otro lado y aprovechando ese instante para sonreir por la complicidad. Un taxi se acercaba por la carretera y como si las hubiese llamado a las dos a la vez ambas se giraron y lo reclamaron; -"¡Taxi!", dijeron al unísono mientras por el ímpetu chocaron sus cuerpos.
El taxista se detuvo, ambas se quedaron mirándose. La desconocida tuvo un instante maternal e hizo un gesto con la mano invitándola a tomar el vehículo. El rostro gótico esbozó una sonrisa lo más burlona que le fue posible y le respondió con un -"Muchas gracias, caballero, espero poder devolverte el favor algún día" y corrió a montar en su particular carruaje.
Lo último que pudo oir fue decirle al taxista antes de entrar en el coche -"A la discoteca Ceramid, rápido"
Una pulsera metálica yacía en la acera.
Todavía no había llegado a la barra de la discoteca cuando ya había saludado a tantas personas que ni lo recordaba. Es lo que tienen los cumpleaños, que la obligan a dejarse felicitar por todo el mundo y a ella le encantaba eso. Desde los porteros de la puerta, a los que conocía desde hacía años, hasta al último camarero que había entrado a trabajar esta discoteca gótica. No era ser el centro de antención, si no poder mostrar cariño a los demás. Eso es algo que aprendió de sus amigas, entre todas siempre se mostraron apoyo y ante una amenaza externa siempre respondían como si fueran una sola. Eran las mejores, todas, bueno, todas menos una. No es que Blanca fuera su peor amiga, pero era, desde luego la más siniestra, en todos los sentidos, de ellas. Una pequeña multitud de jóvenes maquilladas la esperaban en una de las barras y ya desde lejos unas cuantas manos se alzaron para reclamar su atención.
-"¡Eh! Estamos aquí Bella" gritaron a la vez. En ocasiones maldice con complicidad a su padre por haber impuesto su apodo cariñoso al círculo de sus amigas, le hacían sentir verguenza cuando la llamaban así en público. Cuando se encontraron todas una lluvia de abrazos y besos se materializaron en durante unos segundos. Mientras le iban dando sus amigas besos y abrazos pudo ver cómo cada una de ellas había sido una parte importante de su vida, habían sido gente que la había marcado y ayudado. Celia le dio dos besos mientras apoyaba su mano derecha en su hombro. Era prudente, comedida, sensata y muy inteligente. De ella había aprendido a ser reflexiva, astuta, cerebral. Unas manos más fuertes la arrebataron de los comedidos cariños de Celia y la abrazaron por el cuello, la zarandearon unos segundos y la soltó de inmediato, era Pilar, con veinte años y vive sola trabajando en lo que más le gusta; bailar y cada paso que aprendia lo compartía con sus amigas y con ella en particular, tan patosa para la danza y que aprendió gracias a ella. Arancha dió su en custodia su copa a Blanca y abrazó a la homeajeada, se le acecó al oído y le dijo algo que no pudo oir. -"Seguro que es una tontería, una broma" y es que esta era la amiga más graciosa del grupo. Siempre con un chiste, una gracia y siempre divertida, irónica y alegre. De pequeñas le contaba chistes e inventaba desternillantes historias. Ella copio el ritmo en su voz para contarlas, la ayudó a ser divertida.
Estas eran sus amigas, parte de ellas viven en Bella. Le regalaron sus dones y ella los aceptó. Todas estarán siempre juntas, sin fisuras.
Blanca se encontraba fría y esperó a ser la última en acercarse a ella. Vió cómo se acercaba y sus amigas se apartaron. -"Felicidades" le dijo sin acercar su cuerpo a ella más allá de lo estrictamente necesario. -"Gracias" respondió Bella sin aceptar el desafío de mermar esa distancia. Blanca dudó unos instantes, aferró a su amiga por la mano, se acercó a ella y le susurró al oído, -"Tenemos que hablar".
(Continuará)
Comentarios
Una historia cotidiana que escrito con gran maestria ñiteraria alcanza cotas sublimes.
Enhorabuena escritor!!
un saludo