Dos latidos


Un corazón es sólo eso; un corazón. Un órgano de latidos redundantes en dos fases; sístole y diástole. Una masa roja que toma y da sangre, y la reparte por el cuerpo, y nos alimenta, y nos mantiene vivos. El corazón bombea sangre con la suficiente fuerza como para que hasta el meñique de nuestro pie se alimente del líquido rojo, con una frecuencia media de hasta 72 latidos por minuto. 4320 a la hora. 103680 al día son muchos latidos, muchas veces el corazón tomando y repartiendo la sangre. Tantos latidos que si los contara me volvería loco, pero si me faltara uno, tan sólo uno de ellos sería como si el segundero del reloj se detuviera y sintiera morir.

Ayer me faltaron dos latidos. Y mis latidos son parte de mí.

El primero de ellos fue al despertar. Quienes leen viendo las imágenes de sus lecturas que sepan una cosa; para mí despertar no es abrir los ojos y ver el despertador. Para mi despertar es después de la ducha, seco, con la piel ya hidratada de cremas y el café en la taza. Entonces y sólo entonces ya estoy despierto. Despertar implica estar activo y funcional, ambas cualidades me faltan hasta que no llego a mojar la primera galleta en la leche. En ese momento es cuando sentí que un latido escapaba de mi pecho, salía por la ventana y corría por la calle como un niño jugando a policías y ladrones. Perder un latido tiene una parte mala, y es que de alguna manera sientes que esa falta hace que la muerte tome ventaja, que no es que me importe, pero como dice un amigo peruano -"Nadie ha de morir en su víspera" La parte buena es que al igual que cuando sacas una astilla clavada en un dedo, al escapar el latido se van con él dolores y sufrimientos que no recordabas tener. Por ello al perder el latido sientes primero un dolor frío y agudo en el corazón, como una aspiración infinita que no llena los pulmones, que continúa con un breve pánico al saber y no poder contener el pulso. Luego, cuando sale el latido, uno siente el mismo placer que se tiene después de entregar las notas a tus padres con todas suspendidas y ya no tienes que estar angustiado por esconderlas más. El placer que empieza cuando tras unos minutos de angustia esperando a que la atracción empiece, suena la bocina y la montaña rusa comienza su recorrido. Es una sensación liberadora porque la tensión previa compensa lo que venga después. Será por eso que el segundo latido, pese a ser más agudo y fuerte, no me dolió tanto.
Hace poco oí decir a un médico que éstos son buenos actores porque están acostumbrados a mentir a sus pacientes. Tengo un defecto, y es que suelo ser sincero con todo el mundo y me dejo llevar por cualquiera. Soy confiado de una manera egoísta y perversa, porque si soy confiado y me entrego a cualquiera delego, o mejor dicho, rechazo mi derecho a juzgarle y sopesar sus acciones. Espero que la gente sea buena conmigo por vagancia. No me gusta juzgar a la gente y pienso que si soy bueno con ellas me tratarán igual. Pero que no me guste no significa que no lo haga ni mucho menos que no se me de bien. Y lo que es más importante, sé cuando me mienten, lo aprendí de mi padre (que no era siciliano). Cierto que los médicos mienten, o mejor dicho, no dicen toda la verdad.

Por eso el segundo latido se fue después.

La enfermera dijo -"Daniel, ya puedes pasar" y yo, que no me llamo Daniel ni quería pasar así lo hice. Al fin y al cabo ¿para qué dar tu nombre si en realidad no les interesa? Reconozco que los médicos tienen, tenéis porque sé que hay una que puede estar leyendo esto, una envidiable habilidad para lo que llaman vulgarmente Cára de Póquer, y hasta que no abrís la boca no empieza a notarse a dónde queréis llegar. Por eso, mientras recorría el largo camino camino hasta la silla que me señalaba el doctor no pude ver ni un solo atisbo de pista que me ayudara a saber los resultados. Cuando estoy nervioso parloteo como una cotorra y aunque quería hablar no debía hacerlo ya que eso retrasaría lo que tiene que decir, así que callé. Permanecer en silencio en los momentos apropiados en un buen truco para ligar, yo lo uso y me funciona mejor que a Quintero con sus perros verdes. Y cuando el de la bata blanca dijo; -"Daniel" pensé -"Este médico tiene que ser nuevo porque ya sé lo que tiene que decir"
Ahora voy por la calle y veo que el segundo latido corre hacia la parada de metro. Seguro que busca el andén que viaja en dirección contraria al que voy a montar. Mis latidos son así de cobardes. Pienso si este latido encontrará una piel de tambor donde poder hacerse oír, a no ser que el latido de la mañana lo encuentre y ambos redoblen un tambor. Y que algún día lo redoblen por ellos mismos.

Comentarios

Cabra Montesa ha dicho que…
Hoy volvía de correr y me sobraban unos 200 latidos, asi si quieres podemos hacer un trueque.
Otro día tienes que hablar de la percepción del tiempo en esos momentos de los que hablas, como se ralentiza o se caelera el tiempo de una manera brutal.
Anónimo ha dicho que…
Fue su sueño iberista, como el de Eça de Queiroz, Miguel Torga, Unamuno y tantos. Fue un escritor que nos invitaba siempre a cultivar el pensamiento y el raciocinio; combatiendo la mentira institucionalizada.

Resultó triste tener que haber nacido en Portugal, tal y como sentenciara en su único libro "Só" (Sólo) el escritor portugués António Nobre, máxime cuando una Iglesia iracunda se encarga secularmente de adiestrar a parroquias de estancas lecturas en orquestadas cruzadas bisoñas desde L'Osservatore Romano, órgano oficial del Vaticano y flema epistolar contra herejes y apostatas.

En los años setenta varias imágenes religiosas en Portugal lloraban lágrimas de sangre, después se supo que eran de cerdo...

En la última visita del Papa de Roma a Portugal, en Mayo pasado, sus explicaciones sobre el tercer misterio de Fátima nos sumió en mayor desconcierto por inconexo y absurdo en sus letanias. ¿Estaria chocha Lucía?.

La Iglesia en Portugal detenta un singular y arrogante poder a través de su empresa tapadera Santa Casa da Misericordia, dueña y señora de la Loteria Nacional, Bonoloto, Euromillones y un sinfín de juegos. Sin por ello remitir la pobreza en aquel país y, por contrario, destaparse escándalos en sus casas pías.

Fernando Pessoa era conocedor de todos estos males que acechan al hombre y quiso pasar desapercibido en vida, consciente de su gran potencial personal. Con su muerte se dio a descubrir, no antes. Así lo quiso.

La gran poetisa portuguesa Florbela Espanca, en su búsqueda y anhelos de verdades: "Quien pudiera encontrar el verso puro, el verso más altivo, extraño y duro que dijese, llorando, lo que siento", a su muerte de suicidio, siendo Princesa Desaliento, no encontró acomodo, pues en 1945, la Iglesia se pronuncia contra cualquier forma de homenaje y contra su obra, al ser tildada de mujer díscola e infiel y ser hija ilegítima además y, por ende, no poder merecer su obra la aprobación de la Iglesia. Trancurridos 20 años Dom Manuel, Arzobispo de Évora, consiente el traslado de sus restos con las ceremonias religiosas pertinentes, "puesto que se casó católicamente y tuvo un entierro religioso". Claro ignoraban, que el día 8 de diciembre, día de su 36 cumpleaños, se hallaron debajo de su almohada dos frascos vacíos de "Veronal", que propiciaron su muerte.

Eça de Queiroz radiografió con cruda ironía y sus famosas "Farpas" toda la desnudez e hipocresía de la sociedad portuguesa de su tiempo. Fue destinado, ya que resultaba incómodo, a Inglaterra como diplomático y su regreso lo hizo en ataud.

Pessoa sucumbió en cirrosis hepática motivada por el agua ardiente -Bagaço- y gran celebridad. Camilo Castelo Branco, Cândida Branca Flor, Antero de Quental, Mário de Sá-Carneiro siguieron los pasos de Florbela Espanca suicidándose.

Saramago, por contra, combatió en vida y pedía más tiempo a la vida, desde su auto exilio y balsa de piedra ibérica en Lanzarote, como consecuencia del veto de un sub secretario de el actual Presidente de la República, Cavaco Silva, que apostilló que nunca darían un premio literario a un comunista, en un país donde la credibilidad y la imaginería religiosa estaba teñida y revestida de lágrimas de cerdos, como más tarde aseveraría un laboratorio.

Nunca dejó de ser português, tal y como refiere un libro que escribió y no se nombra: "Viaje a Portugal", "A quien me abrió puertas y me mostró caminos -y también en recuerdo de Almeida Garret, maestro de viajeros-.

¡Eterna Saudade!



Mario-islero

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