Vanidad, mi pecado casi favorito

En un trabajo que tuve de camarero, en el que reconozco que gané mas kilos de los que desee, me pasaba el día comiendo todos y cada uno de los pinchos, pulgas, aperitivos y bebidas (no alcoholicas) que rondaban por la barra. Y lo mejor era que gozaba de patente de corso para hacer todo esto y el encargado jamás de los jamases me dijo que no lo hiciera. Es algo innato en mi el robar en el trabajo. Creo que no he estado en ningún lugar en el que no haya birlado algo a la empresa ala que servía. En la actualidad trabajo en un almacén y eso da a lugar a robar una infinidad de cosas, aunque estoy deseando dejar el trabajo no porque sea inhumano el ritmo que llevamos, no porque el jefe sea bastante "gracioso", no porque con mi encargado tenga conversaciones del tipo:

ENCARGADO: ¿No podrías trabajar un poco más deprisa?
JOAQUÍN: ¿No podrías comerme un poco la polla?
Conversación seguida de amenazas y gritos

Golpeo con bastante torpeza un pallet contra la pared haciendo peligrar el frágil contenido que llevaba, contenido que no sabía que era frágil a pesar de llevar tres millones de pegatinas que ponían FRÁGIL.

ENCARGADO: ¡Ten un poco mas de cuidado, joder! ¿Es que no sabes leer? Que te
suguiere a ti la palabra "frágil".
YO: ¿Inestabilidad laboral?

El caso es que deseo dejar este trabajo por todos estos motivos. Quiero dejar este trabajo por el terrible estress que me produce. Sufro de una terrible tensión cada vez que me marcho con la mochilla llena de los productos que he robado en él. Tiemblo porque creo que me han pillado y me van a despedir, cosa que por otra parte me aliviaría bastante. Este es el verdadero sufrimiento del trabajador, en los riesgos que sufre un "mozo de almacén" debería aparecer, además del de "torceduras", "caídas desde el mismo nivel", el de "estres por robo de mercancía". Estaría bien que lo cubriera la seguridad social.

Tengo un amigo que se muere de envidia porque robo cosas útiles y en su mayoría comestibles. Él no puede porque trabaja en un almacén donde solo tienen cables y enchufes (básicamente). Roba conectores que no sabe para que sirven y dispositivos de alarma que no tiene ni idea de cómo conectar, y que aunque supiera mejor que no se ponga por la labor ya que el tipo en cuestión tiene la destreza manual de una ostra. Hace poco se llevó del trabajo 10 metros de un
cable que no sabe para qué sirve. ¿Que por que se lo llevó? os preguntaréis, pues se lo llevó porque el metro de cable cuesta 120 euros. Así es.

Pero el caso es que me estoy desviando del tema. Empecé hablando sobre mi trabajo en el bar. Que recuerdos. Lo primero que aprendí cuando comencé (y terminé) en la hostelería fue que siempre hay que tener preparados en la barra los platos con azucarillo y cucharilla para la gente que por las mañanas te pide un café. A este conjunto de platillo+cucharilla+azucarillo (todo acabado en illo) se le denomina "servicio". No sabía porque se le llamaba de esta manera hasta que tuve que después de preparar los 2.000 primeros se me ocurrió que era porque acabas tan hasta la coronilla de poner las malditas cucharillas y demás, que te entran ganas de ponerte sobre la barra del bar y mear sobre todos los platillos y, de paso, sobre algún café que esté bebiendo alguno. Nunca lo hice pero siempre me quedé con las ganas de ir al "servicio".

Tampoco me tocó nunca servir a las mesas en las comidas, pero no lo hacía por dos motivos; el primero porque no me salía de las pelotas, y el segundo, porque me gustaba ver de lejos a Andrés. Andrés era un cubano de 1,90, delgado moreno y muy dispuesto a echarte una mano. Normando y Julián servían las mesas y yo me quedaba en la barra. A Julián le jodia mucho que
Andrés le ayudara, porque cuando Julián estaba hasta el cuello de gente, Andrés, que se quedaba en ocasiones también en la barra, pegaba un salto y con sus grandes piernas bronceadas en el malecón recogía una cantidad no numerable de platos y los llevaba a la barra. El problema era que sus manos no se sublevaban tan fácilmente a los deseos de su cerebro, era como si sus manos tuvieran vida propia, y si era capaz de sostener en una sola mano unos 17 platos, y no exagero,
a la barra llegaban 6, y ahora sí que exagero. Cuando Andrés ayudaba el sonido más común era.

ANDRÉS: Ahora voy contigo brother.
JULIÁN: No tio, no hace falta (con resignación)
ANDRÉS: Hemano, pilla estos platos.
CRASH, BUM, PLING, CRASH,!!!
NORMANDO: Brother, el suelo estaba mojado.
JULIÁN: Mierda.

Y durante media hora había que oir los ruidos de las pisadas sobre la cerámica.

Pero me estoy desviando del tema otra vez.

El caso es que en este trabajo había clientes con los que acababas intimando y teniendo buena relación. Pese a que ahora no mantenga relación ni contacto con ninguno. Pero había uno que me caía bien, me caía tan bien que ni recuerdo el nombre, pero era muy simpático. Tampoco recuerdo a que diablos se dedicaba, pero lo que si se es que en sus ratos libres era dibujante. Me pedía un café solo y unas gotas de coñac en el. Lo hacía con tanta gracia que no le cobraba las gotas de coñac, aunque el solo se pispó en 2 meses una botella de coñac a base de gotitas. Ahora que lo pienso no recuerdo su nombre pero si lo que tomaba, de hecho para los camareros los clientes no tienen nombre, tienen costumbres.

-"oye, ¿ha venido ya "café con leche, corto de café con tostada muy pasada?"
-"no, pero ha venido "cafe americano con porras" y "cafe con leche con sacarina
y napolitana de chocolate" que son compañeras suyas del curro"

El caso es que "café con coñac" era dibujante, y un pesado de narices. Porque cuando llegaba al bar a las 8 de la tarde ya se había trincado alguna copa y venia en esas ocasiones un poco plasta. Recuerdo el día en que me planteó un "acertijo" y por mas que lo "resolví" en 3 segundos el tipo se empeñó en explicar lo "complejo" que era sacando un cuaderno y 5 lápices de colores. El
"acertijo" era tan surrealista que me costaría bastante el explicarlo, asi que no lo voy a hacer.

Pero un día de lucidez estuvimos hablando sobre la pintura. Me empezó a contar lo que más le gustaba dibujar, que eran barcos, y que nunca ha podido enfrentarse con los retratos. Se recreaba hablando sobre lo difícil que es dibujar el mar y lo bonito que es lograr un cielo de mañana. Me enseñaba sus bocetos y un día hasta llevó un cuadro al bar. Ese cuadro me lo quería regalar pero no lo pude aceptar porque me sentía que lo estaba robando, porque no tengo casa propia donde
ponerlo y me aterraría el perderlo en una mudanza. Ahora me arrepiento de no haberlo aceptado, en caso de urgencia hubiera servido para hacer una hogera.

En una ocasión me contó lo que le dijo un amigo suyo pintor. Estos dos pintores hablaban de técnicas, luces, materiales de pintura y lienzos cuando el otro pintor le dijo. -"Miguel, pero si lo que hacemos nosotros no es pintar, lo que hacemos es desdibujar. El dibujo está ahí, frente a nosotros, no hay necesidad de pintarlo, sólo lo hacemos para poder mostrárselo a alguien, pero al hacerlo solo conseguimos desfigurar la realidad, deberían llamarnos "desdibujadores"".

Y el caso es que, pese a todo, esto es lo bonito de la pintura -me decía Miguel, (ahora recuerdo su nombre)- el que alguien vea algo, lo desdibuje y que otra persona vea, generalmente, otra cosa totalmente distinta de la original y que pese a todo le guste. Podría decirse que crear una obra; pintar un cuadro, escribir una historia, esculpir una estatua.., lo hacemos por un noble acto de vanidad. Yo ya tengo la historia en mi cabeza, quizás desordenada, quizás sin terminar, pero si la escribo es porque quiero enseñársela al mundo, o al mundo que quiera verla. Al fin y al cabo ¿si nadie ve una obra de arte ésta sigue siendo una obra de arte?. Eso le pregunta el vigilante de seguridad nocturno a la Mona Lisa.

¿Por qué si no escribimos en un blog?


Comentarios

missmostoles ha dicho que…
Yo también robo en el trabajo sobre todo, bolis y grapadoras y también trabajé en un bar y tenía un cliente borracho y pintor mmm... Empiezo a pensar que tenemos vidas espectacularmente para-lelas.
Bueno, al final,cuántos dientes tienes? jaja

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