La multitud.

-"Podrías seguir a alguien un dia entero y nos lo cuentas".
Comentario de Patri-cia en el post "Propósitos para 2011".


Fue un sábado por la tarde cuando salía de un bar tras compartir unas cervezas con sus amigos cuando los vio por primera vez. Creyó en un principio que había coincidido con una manifestación y que el recorrido de sus integrantes coincidía con aquel que le llevaba desde el bar hasta su casa. Durante el trayecto tuvo cierto malestar al saber que casi veinte personas compartían su camino justo detrás de él, pero al llegar al portal y cerrar la puerta sintió alivio por dejarles en la calle, un alivio que no volvió a disfrutar en mucho tiempo.

A la mañana siguiente, y en cuanto dio apenas unos pasos en la calle, la multitud que el día anterior le acompañó reapareció tras él y fueron su sombra todo el tiempo. Le siguieron desde el portal hasta la boca de la estación del metro. Una vez allí y mientras él bajaba las escaleras mecánicas hasta los tornos de acceso, las casi veinte personas esperaron en la calle, disgregándose entre la multitud como el azúcar baila en el agua cuando se agita. Cuál fue su asombro al descubrir que al salir del suburbano, unas diez estaciones más al norte, allí estaban las casi veinte personas esperándole para seguirle hasta las puertas del edificio donde trabajaba. En el camino de vuelta a casa sucedió exactamente lo mismo. Desde ese día casi veinte personas le seguían allá a donde fuera, sin importar que se tratara de ir al trabajo, a un bar, al cine o de vacaciones a un pueblo olvidado, esa gente siempre estaba tras él.
En varias ocasiones probó a bajarse tres o cuatro paradas antes y de nada servía, como si se anticiparan a sus movimientos las casi veinte personas estaban esperándole cada vez que ponía un pie en la calle.
Su paciencia se colmó pronto y en cuatro días ya había presentado varias denuncias a la policía. Ésta no podía hacer nada por ayudarle. -"Lo sentimos pero sin una agresión ni amenaza por parte de la gente no podemos hacer nada". Esas palabras no hacían si no incrementar su ansiedad.
Al principio quiso no implicar a nadie en esto, al fin y al cabo le resultaba propio de un loco el contar lo que le sucedía, pero su paranoia le exigía hablarlo con algún conocido y que éste pudiera confirmale lo que estaba padeciendo. Por ello habló de su secreto con sus amigos. Les pidió que vieran ellos con sus propios ojos que casi veinte personas le perseguían cada vez que ponía un pie en la calle. Al mostrarles desde el interior de un bar cómo la gente de fuera le estaba esperando éstos sólo le decían; -"Tómatelo con calma, chico, tómatelo con calma". Esa indiferencia por parte de aquellos que decían ser sus amigos sólo podía siginificar una cosa; ellos estaban involucrados en este asunto. Y así lo pudo confirmar cuando días después vio a varios sus amigos entre la muchedumbre que lo perseguía.
Una semana después, y harto del acoso al que era sometido por sus perseguidores, se acercó a uno de ellos para implorar que dejaran de seguirle. Quería hacerles ver el daño que iban a empezar a causarle con su hostigamiento. Eligió a uno al azar de entre todos, una mujer joven. -"Por favor" dijo él con una falsa calma, -"dejen de seguirme, ¿es que no se dan cuenta de lo que hacen?". Ella le miró con indiferencia y asombro, -"¿pero de qué está hablando?", le respondió la mujer. Sus palabras fueron tan contundentes y sinceras que él quedó desconcertado y por un instante dudó de si el acoso que sentía podía ser irreal. Igual esa gente no le persigue y él se ha obsesionado con ello. Igual es que aquel día sí hubo una manifestación cuyo trayecto coincidió con el que tomó desde el bar hasta su casa y desde entonces se ha obsesionado con ello. Memorizó la cara de la joven para ver si después volvía a verla.
Un día después, y tras salir del cine, vio a la joven hacer bulto entre la muchedumbre que lo perseguía en ese instante. No cabía duda, le estaban persiguiendo.

En varias ocasiones daba la vuelta bruscamente y aceleraba el paso hacia el grupo de perseguidores pero, como si de una esquiva mancha de aceite que en el agua se expande y se disuelve haciendo que sea imposible abarcarla con la mano, las casi veinte persones se disgregaban entre los inofensivos viandantes de la calle, dejando al perseguidor aún más confuso en su locura.

Tres días después gritó en mitad de la calle que le dejaran en paz para luego, en una crisis de ansiedad, encerrarse en casa durante una semana. En el trabajo había pedido esa semana de vacaciones y esperó, como si de un mal sueño se tratara, que al terminar esa semana la gente que lo perseguía desapareciera. De vez en cuando miraba por la ventana y ahí estaban esas casi veinte personas dando vueltas por su barrio, por entre los jardines de su avenida. Cuando los sete días finalizaron salió a la calle con la esperanza de que no estuvieran, pero allí se encontraban, como si nunca se hubieran ido.

La angustia era cada vez mayor y el miedo que padecía le asfixiaba. Temía que en cualquier momento perdiera de todo el juicio, temía que las casi veinte personas se abalanzaran sobre él en cualquier instante para matarlo, temía volverse loco, temía estar ya loco. Es por eso que una mañana tras levantarse de la cama y ver por la ventana que allí estaban un día más esperándole en la calle, cogió un cuchillo y bajó, todavía en pijama, al exterior. Una vez en la calle eligió a una persona entre la muchedumbre que le seguía. Sujetando el afilado metal con su mano derecha lo llevó a su propio cuello mientras que con la izquierda sujetaba al desconocido por un brazo y le gritaba; -¿Esto es lo que queríais verdad? ¡Queréis que me mate! ¿Eso es lo que queréis?". El desconocido se zafó de su presa y mientras se alejaba asustado le decía; -"¡Dios santo, pero qué hace suélteme!". El hombre se alejó acelerando el paso y gritando -"¡Está loco. Mierda, cada día queda menos gente normal, gente como nosotros". Mientras el desconocido acosador se perdía entre la muchedumbre que lo perseguía cada día el cuchillo cayó al suelo. Como si de la campana que suena en un ring de boxeo se tratara, el ruido que hizo el metal al besar la acera le despertó de un letargo. Estaba claro lo que acababa de oir de labios de uno de sus acosadores; tenía que ser como ellos.


Como cada noche Emma salía de la peluquería en la que trabajaba. Bajó la persiana metálica que protegía a su pequeño negocio de todo el mal que pasea por sus calles, y cuando buscó en su bolso la llave del candado, sintió en su nuca el frío del peligro. Se giró y vio a una muchedumbre tras ella, esperándola paciente y calma. Su instinto le pidió huir pero de alguna manera tuvo arrestos para antes asegurar el cierre y comenzar a andar hasta su coche aparcado dos manzanas más lejos. Sin saber por qué tuvo el inncesario capricho de contar cuántas personas integraban la marcha mientras ellos pasaban a su lado, mostrando indiferencia. Sin dejar de mirarles en su marcha arrebató el teléfono móvil del fondo de su bolso y llamó a casa. La voz que el contestó era la de su padre que escuchó cómo su hija le iba narrando lo que acababa de sucederle. Cuando terminó de hablar esperó a que su padre la tranquilizara, pero no oyó mas que un silencio seguido de unos murmullos de fondo al otro lado del teléfono. Con una voz que mostraba indiferencia su padre le dijo; -"¿Sabes cuánta gente te iba siguiendo? Le sorprendió la que le preguntara algo tan absurdo y más aún le sorprendió que ella hubiera tenido esa misma necesidad de saberlo segundos antes. -"Eran veinte personas, papá". Su padre suspiró y sólo pudo decir antes de colgar; -"Tómatelo con calma cariño, tómatelo con calma".

Comentarios

álex martí ha dicho que…
Envidia total y absoluta de tu capacidad para contar algo en tan poco cacho.

Muy guay.
Anónimo ha dicho que…
Me ha gustado muchísimo.
Yo también les ví venir y no pude resistirme....
moonlight ha dicho que…
hoy miraré si alguien me sigue...
Javi ha dicho que…
Álex; pues a mi lo que me da envidia es la gente que, como tú, escribe una historia de más de cinco párrafos. Lo he intentado ya dos veces y me cuesta escribir historias largas como las tuyas.

Patri-cia; no les mires Ú-NE-TE.

Chocolat; ¿y no te parece más perturbador el que no haya un motivo para todo? Que me siga alguien como tú no es una amenaza, mas bien un cumplido.

Moonlight; aunque mires sólo les verás cuando ellos quieran y cuando eso ocurra será demasiado tarde.
Susavila ha dicho que…
Pues fíjate que he pensado que podías ser tú y tus seguidores del blog.
Javi ha dicho que…
Samotracia; curiosa interpretación. Si alguien se anima a seguirme así que lo haga, no me importa, pero de uno en uno, que ya estoy muy mayor para multitudes.
artistalight ha dicho que…
Intrigante...me contagié con la paranoia del protagonista :) Muy bién lograda la atmosfera de suspenso :)

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