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Mostrando entradas de abril, 2010

Bella.

Capítulo uno Las amigas de Bella. Le gustaba cerrar el pequeño estuche de maquillaje con el pulgar y hundir con firmeza el cierre metálico que mantiene el contenido a salvo del exterior. Le agrada ese gesto, le hace sentir con poder y misteriosa, como si el estuche custodiara en su interior un gran secreto al resto del mundo. Mira su reflejo en el espejo y comienza a hacer muecas, abre los ojos al máximo, los guiña, observa cómo las cremas de su cara, su colorete, la sombra de ojos y todo el maquillaje quedaba tal y como ella deseaba a cada gesto. Dió las últimas caladas al cigarrillo y lo arrojó por el retrete mientras pensaba que el olor a marihuana es el mejor complemento para un atuendo como el que llevaba. Botines negros de charol abiertos en el empiene, calzas negras y blancas rotas hasta el muslo que se esconden para incitar a descubrirse bajo una falda de gasa vaposora negra y con encaje. Una camisa blanca como la némesis de su falda se muestra truinfante hasta ceñirse bajo su

Pegado a ti.

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"Nunca podrás alcanzarme, aunque corras tras de mí y aunque quieras separte siempre iré junto a ti". Adivinanza popular Quiéreme, te lo exijo. Vivo pegado a tí, a tus pies, agarrado a las paredes en las que lloro y celebro tu quietud. Mi silencio es la muestra de mi respeto, tu movimiento la manifestación de mi tributo. Da igual las sedas que se derramen por tu piel, yo siempre lameré tu contorno, tu perfil. Te mostraré mi fuerza y mi grandeza si te vas, y mi timidez y sumisión si te acercas. Me crezco en tu distancia, empequeñezco si vas a besarme. Lo siento, soy así Cuando hablas distraído y estiras tu mano yo siempre la uno a la mía y sueño con que paseamos como dos amantes, como si fueramos un alma en dos cuerpos. Sé que no sientes el frío de mi tacto, la intangible suavidad de mi silueta. Tus palabras no me afectan, no esperes que pronuncie tu nombre, no lo merecemos. Las voces engañan a los dioses y a los hombres. Son las tretas que usa el amor para alargar su trampa.

Camino serpenteante.

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-"El mundo se derrumba y tú y yo nos enamoramos" Humphrey Bogart. Casablanca. Después. Reiko se incorporó del suelo y sintió la seda del kimono resbalando entre su piel. El tacto frío de esa tela la incomodaba pero le agradaba sentir cómo se iba adaptando a su piel a medida que se levantaba. Se llevó la mano al costado izquierdo, todavía le dolía un poco al respirar, pero la cabeza no le molestaba en absoluto. El té que se estaba filtrando por la madera del suelo todavía desprendía el aroma de las hojas recién cortadas. Ya incorporada reparó con lástima en la puerta de su aposento que se mostraba rota y partida. Habría que cambiarla del todo. Rozó con sus yemas el papel de arroz y calculó los costes de la reparación, demasiados para este año de malas cosechas, guerras y gente con hambre. Avanzó por el pasillo de su hogar mientras sus sandalias iban rozando las heridas recientes que mostraba la madera del suelo. Reiko no quiso mirarlas, su hogar adolecía de los males de estos